"¿Qué incierto destino nos espera al otro lado de ese negro y amenazante desfiladero?", se preguntaron. Y aquel pueblo siguió inmovil y dubitativo.
Y, ante la sorpresa general, los locos fueron los primeros en salir de la multitud y adentrarse en el misterioso camino.
Detrás, movidos igualmente por la magia de lo desconocido, se destacaron los poetas. Y éstos fueron seguidos por los prudentes hombres de ciencia.
Animado por aquellos, el pueblo llano, al fin, se decidió a caminar, penetrando en el desfiladero. Y después de mucho meditar, los políticos siguieron también a la muchedumbre.
Al pie del abrupto camino sólo quedó la iglesia, sumida en un mar de dudas.
Y, según mis noticias, aún sigue -estática y recelosa- frente al escabroso sendero que debe conducirnos hacia el futuro.
Una historia de J.J. Benitez
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