martes, 5 de mayo de 2009

Vamos a ganar la final

Comienzo con una confidencia. O mejor, dos. La primera es que no estoy loco. La segunda es que he pasado un buen rato imaginando la cara que pondría el redactor jefe de Deportes de este diario al recibir el original de mi artículo semanal. Supongo que la misma que usted, amigo lector. El bueno de Ángel Pereda habrá sabido valorar la importancia de un titular de impacto, pero quizá empiece a cuestionarse por qué tiene en tanta estima a un tipo que se permite semejante declaración de intenciones después de lo visto este fin de semana.

Vamos por partes. Si usted es un forofogoitia devoto, debe saber que su fe va a ser puesta a prueba. Y es que hay que ser del centro de Bilbao para mantener intacta la ilusión después de asistir al celestial espectáculo ofrecido por el Barcelona el pasado sábado. Tuve ocasión de ver el clásico junto a un referente de nuestro Athletic, mi amigo Josu Urrutia. Nuestras caras reflejaban más estupor que admiración. Durante dos horas, entramos en una especie de estado letárgico. Como cuando de niño veías a los Globbe Trotters de gira por La Casilla, pero en el Bernabéu. Vamos, en serio y a lo bestia. Eso no era un partido de fútbol. Era el Circo del Sol. Los blaugrana convirtieron al orgulloso campeón en un muñeco de trapo y movieron la pelota como quien juega con las formas cambiantes que revela un caleidoscopio. El Ajax de Cruyff, el Milan de Van Basten, el Santos de Pelé... han encontrado un heredero. El Barça de Messi pasará a la historia.

No sé si el fútbol es la religión del siglo XXI, pero tiene una ocasión ideal para reivindicar tal condición el próximo día 13. Quince mil almas rojiblancas invocarán en directo a todos sus santos, y cientos de miles se juntarán, hermanados desde cualquier rincón del mundo, para asistir al milagro a través de la televisión. Sin llegar a la iluminada sentencia de la vieja iglesia latina del 'creo quia absurdum' (lo creo porque es absurdo), uno prefiere refugiarse en la ironía del gran Oscar Wilde cuando afirmaba que podía creer cualquier cosa con tal de que fuera increíble. Siguiendo los consejos del genial autor irlandés, ha llegado el momento de mostrar de qué pasta estamos hechos en el viejo Botxo. Vamos a ganar la final. Repitámoslo como un mantra. Vamos a ganar. A ganar.

Si no se tratase de un partido de fútbol, estaríamos perdidos. La diferencia entre los dos aspirantes, a diez días del combate, es simplemente escandalosa. En un combate de boxeo, un partido de tenis o una carrera de Fórmula Uno, no habría historia. El Barça tiene la pegada de Tyson, el repertorio de Nadal y la velocidad de los Brawn GP. Pero esto es fútbol. Y nos gusta. Igual mañana el Chelsea nos da alguna idea. Ya sé que el rocoso equipo blue también está en otra galaxia. Y resulta innegable que la actuación del Athletic en Gijón no ayuda a sumar feligreses en busca del milagro de los panes y la Copa. Frente a un rival con más ansiedad que fútbol, el equipo de Caparrós confirmó que, sin Orbaiz en la sala de máquinas y Yeste al comando, es un coche sin luces. Si le añadimos la baja de Llorente, se queda en un grupo bienintencionado y combativo, pero con escandalosas carencias a la hora de producir fútbol y generar peligro. Sin embargo, ese equipo limitado y chato fue capaz de sacarse de la chistera un milagroso y medicinal empate sobre la bocina. Repita conmigo. Vamos a ganar la final. Vamos a ganar. A ganar.

Puede que hoy esté un poco más loco que ayer, pero la indolencia risueña, la autocomplacencia y la actitud de equipo pequeño en busca de la foto y la camiseta del rival no nos van a llevar a ninguna parte. Alguien dijo que el genio no es más que una larga paciencia. Fran, Fernando, Pablo, Andoni, lo tienen. Y nosotros ya hemos esperado veinticinco años. Yo creo en vosotros. Creo en el Athletic. Creo en los milagros. A por ellos.
PATXI ALONSO