martes, 23 de septiembre de 2014

Sobre curas y santos

Santa Teresa de Jesus escribía allá en el siglo XVI: "Vivo sin vivir en mi, y tan alta vida espero, que muero, porque no muero". Siempre ha habido curas y curas, santos y santos, algún cura ha robado la olla del fuego a su madre para alimentar a los hambrientos, como otros han robado la recaudación del cepillo para montarse el hidromasaje en el palacete. El caso es que últimamente sólo salen en la tele curas repatriados contagiados por ébola, y aunque en principio pueden parecer de los primeros, siguen estando muy lejos de la poesía de Santa Teresa. ¿No deberían ver en la infección el camino a su jefe?, yo lo vería como un premio a una vida dedicada al prójimo, al fin, van a reunirse con su dios y salvador. Cada uno es libre de interpretarlo a su manera, y si llegado el momento de mirar cara a cara al señor los religiosos se acojonan y buscan repatriación y tratamiento ellos sabrán por qué lo hacen o qué pecados no están dispuestos a confesar en el gran juicio, pero que eso se pague con el dinero "de todos" que no es "de nadie" si que toca un poco la moral. Nos gastamos millonadas y ponemos en riesgo la salud y la vida de profesionales para repatriar curas enfermos que han ido a zona de riesgo (si, para ayudar al prójimo como manda su dios), mientras dejamos tiradas a 873.000 personas que intentan el sustento a pesar de los impresentables que nos gobiernan. ¿No sería más lógico que esos mensajeros divinos renunciaran a la repatriación y pidieran que el gasto que supone su rescate se invierta en los 837.000 que han perdido su tarjeta sanitaria? Hay quien dice que esto no es así, que todo el mundo tiene acceso a las urgencias, hasta que profundizas un poco más y lees por ejemplo "Desde entonces se pueden contabilizar tres personas muertas, literalmente por decreto: Alpha Pam, un inmigrante senegalés que falleció de tuberculosis en Baleares; Soledad Torricos, boliviana, por gripe en Valencia; y Jeanneth Beltrán, nicaragüense, que con una enfermedad renal murió tras esperar cuatro horas a ser atendida en las urgencias del Hospital de Toledo. Puede que haya más" (http://www.eldiario.es/zonacritica/olvidemos_6_299630069.html). Creo que es loable la labor de esos religiosos. Que una persona (sea católica o pastafari) decida dedicar su vida a ayudar a quienes viven peor que ella es digno de elogio, sin duda. Pero que quien vive creyendo que sigue los designios divinos genere un gasto (hasta ahora estéril) que podría ayudar mucho más y a muchas otras personas de lo que le ayuda a él me parece incoherente. Santa Teresa deseaba morir y no podía suicidarse por imperativo divino, habría que ver si frente a la parca sonreía o tenía el mismo acojone de los que nos hacen fletar vuelos con un dinero que aquí podría realmente salvar vidas (y bastantes más de lo que salvan ahora).

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